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Pálido empate de Boca frente a Instituto de Córdoba

En un partido con pocas emociones, el Xeneize y la Gloria repartieron puntos. Los de Martínez siguen lejos de los primeros puestos.

Otra vez en deuda. Con el juego. Con el resultado. Con lo que Boca tiene que ser, imponer, demostrar. El equipo de Diego Martínez sigue sin ser eso: un equipo. Al menos, uno confiable, que entusiasme, que genere ilusión, que juegue en todas las canchas con decisión, con voracidad, con ambición. De visitante, volvió a fallar, a no ganar. Con este 0 a 0 ante Instituto, lleva tres empates consecutivos (contando Copa Sudamericana) y cuatro sin victorias fuera de casa. Así le será difícil pelear el campeonato, que hoy lo tiene a nueve del líder Huracán con un partido menos.

Claro que lo peor, más allá de los números, sigue siendo su funcionamiento. En Córdoba se vio otra vez un equipo deslucido, insulso, sin sabor. Un equipo que no mejoró ni con los refuerzos (tuvo tres de titular y luego entró Milton Giménez).

El primer tiempo, de hecho, fue para olvidar en todo sentido. Salvo un tiro de Blanco que pasó lejos y un cabezazo de Belmonte que se fue por el mismo lugar y casi a la misma distancia del palo izquierdo de Roffo, el equipo de Martínez no generó situaciones de gol. Al arco, lo que se dice al arco, no tuvo remates directos.

De hecho, no hubo ninguna jugada elaborada, alguna chance que tuviera una construcción colectiva y ofensiva, un défict que Boca viene repitiendo con y sin refuerzos. De hecho, con ellos en cancha, la ecuación no cambió demasiado. No se vio un equipo que realmente tuviera un cambio sustancial con los nuevos.

Tanto, que en esa primera etapa estuvo más cerca de perder que de ganar. Porque el arco de Sergio Romero se salvó dos veces. Una, gracias al propio Chiquito, sacando con una gran volada un cabezazo de Alarcón. Y la otra, gracias a un blooper: Rodríguez remató en el área, la pelota iba a la red, pero pegó en Nacho Russo, que estaba tirado en el piso y en offside. Así, el hijo de Miguel le dio una mano al Xeneize.

En ese marco, ni siquiera Cavani, el héroe de la clasificación a los octavos de la Sudamericana, pudo ser el salvador en esa primera etapa (y tampoco en los 15 que jugó en el ST, cuando Martínez extrañamente lo reemplazó). Desconectado al igual que Merentiel, Edi no recibió juego claro y, por supuesto, tampoco tuvo alguna situación para hacer valer su jerarquía en el área rival. Pero de ahí a sacarlo…

En definitiva, ni eso pudo aprovechar el Xeneize: el envión anímico de ese triunfo copero se quedó en la Bombonera. Y los refuerzos tampoco le inyectaron otra energías para llevarse algo de Córdoba ante la Gloria.

Porque en el segundo tiempo, nada se modificó demasiado. Boca tuvo más prolijidad en el manejo de la pelota, pero eso es demasiado poco para que lo que realmente puede entregar. Algunas asociaciones aisladas y no mucho más. Ni siquiera la frescura de Zeballos, cuando entró por Aguirre, cambió la ecuación.

Boca sigue sin convencer, sin motivar, sin arrancar. Y en Córdoba, una vez más, se fue sin pagar la cuenta…

 

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