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¿En qué radica la tan anhelada felicidad? ¿Cómo podemos ser felices?

Lo maravilloso de la felicidad es que comienza a ser experimentada desde la más temprana edad, de cuando el bebé se conecta a la madre, ya hay una entrega hacia ella porque se siente protegido, contenido, alimentado, abrigado y esa relación continúa por unos cuantos años.

La felicidad es algo que se desea y anhela permanentemente, creyendo que es eterna y estable, que una vez conquistada o lograda estará ahí siempre de manera invariable e inalterable. Sin embargo, no lo es, la felicidad se trata de momentos, los cuales nos encontramos en conexión con el presente, y aunque luego pasen y se queden en el pasado, pueden regresar mediante nuestros recuerdos y nos evocan aquella felicidad vivida.

Lo maravilloso de la felicidad es que comienza a ser experimentada desde la más temprana edad, de cuando el bebé se conecta a la madre, ya hay una entrega hacia ella porque se siente protegido, contenido, alimentado, abrigado y esa relación continúa por unos cuantos años. Sin embargo, muchas veces al crecer se comienza a dar un alejamiento, hasta incluso perder el contacto con ella y la felicidad inevitablemente se ve interrumpida.

Bien hace referencia Bert Hellinger que aquellas personas que están en conexión con su madre “brilla, tiene una expresión de alegría y es amada por otros, eso se nota fácilmente;” y ¿porque sucede esto? Porque la madre representa la vida, y si estamos en conexión con ella, estamos unidos al presente y a la vida en su plenitud, entonces podemos inferir que este es el camino correcto hacia la felicidad.

Los conflictos son parte también de la vida misma, y muchas relaciones entre madres e hijos también lo son, porque hay bloqueos que se han ido construyendo con el tiempo, generadas por aquellas situaciones creadas bajo muchas expectativas, presiones y demandas que se generan en los hijos que van más allá de lo que le es posible a la madre o al padre dar. Los hijos en su relación con los padres suelen idealizarlos de manera fantasiosa ya que se cree que ellos lo pueden todo y no es verdad, porque si bien son nuestros padres, como seres humanos conllevan sus propias limitaciones, sin embargo como padres tienen la capacidad de mostrarse protectores guiando y acompañando a sus hijos hacia el camino de la vida, proveyendo de las herramientas necesarias, porque de las restantes los hijos tendrán que aprender a construir, por lo tanto el movimiento y la acción concreta sería, amar a nuestros padres, reconociéndolos como seres humanos, con todo lo bueno y con todo lo difícil, así como son, tal cual como son, reconociendo que en sus historias personales también tuvieron momentos difíciles que los han sabido superar a su modo, a su manera, en sus tiempos y así con esa mirada amorosa de aceptación seremos felices.

En muchas oportunidades escuché decir “yo ya he perdonado a mi madre” o “he perdonado a mi padre”, esto, a decir verdad, no me deja de sorprender, porque desde la mirada sistémica el hijo que está perdonando a sus padres es porque hubo un juicio anteriormente, los está culpando a los padres de algo que considera injusto o incorrecto, por lo tanto, el hijo se está poniendo por encima de ellos, se siente en superioridad de condiciones, los hace a sus propios padres pequeños y la felicidad se desvanece porque el orden de jerarquía se altera. Y este hecho es fácilmente visible, porque esas mismas personas que dicen haber perdonado a sus padres, no logran ser felices, no se los percibe felices, están tristes, van por la vida desvastados pero perdonando a unos y a otros, como si algo permanentemente les faltara para lograr alcanzar la felicidad.

Bert Hellinger el primer orden que crea en lo que posteriormente dará origen a “las leyes del amor” es justamente el orden de jerarquía, en el que establece que aquel que llega primero tiene prioridad sobre el que llega después. Es algo claro simple y a la vez difícil de cumplimentar, porque el ego nos suele jugar malas pasadas, de manera inconsciente. Y cuando esto sucede genera un gran malestar en el resto de los miembros. Por ejemplo, cuando estamos haciendo la fila en la línea de cajas en un supermercado, en la cual todos están esperando su turno en orden y de pronto alguien llega de manera presurosa y en lugar de colocarse último, se adelanta a todos porque según él lleva prisa… ¿Qué genera en el resto de las personas? ¿Cómo se sienten? ¿Qué movimientos ocasiona en aquellos que estuvieron anteriormente?, esto mismo ocurre en la familia cuando el hijo/a menor quiere imponer conductas innovadoras al grupo familiar, sobrepasando a autoridad u opinión de los padres.

El no respetar la jerarquía es uno de los factores más comunes en los conflictos familiares, cuando la puja y competitividad de egos se hace presente sin siquiera preguntar si están de acuerdo el resto o no, se impone una idea, acción, opinión o lo que fuera, por considerarlo un bien, no porque sean consciente del daño que ocasionan, por el contrario, creen y están convencidos que es para el bien común y cuando todos se enojan o toman posturas opuestas, no por lo bueno o mala de la idea o propuesta, sino por la manera y el modo en el que falta al respeto a la jerarquía, y ante esa reacción el actuante se retira considerando a todos como unos desagradecidos por no poder ver y aceptar la idea o acción brillante de crecimiento que ha propuesto… si esto les es familiar es porque ya lo han vivido y experimentado. Cuando se actúa en contra de ese orden de jerarquía preestablecido naturalmente, el enojo, la frustración y el sentimiento de fracaso y no reconocimiento se hacen presente.

La aceptación no implica dejarse someter por una situación, porque en este caso no se lo está aceptando, simplemente se está adoptando una situación pasiva en la que nada cambia, mientras que cuando hay aceptación desde una posición activa ese “SI” es genuino, sincero y por lo tanto lleva a una transformación, como podrán observar entre una y otra aceptación hay una sutil pero profunda e importante diferenciación.

En párrafos anteriores hacía referencia a que aquellas personas que aceptan a su madre tal y como es brilla de una manera particularmente atractiva, es feliz y tiene por lo tanto una aceptación de todo lo que se le presenta en la vida tal y como es, porque no necesita desgastar energía en cambiar algo que no depende o le corresponde a ella, puede diferenciar aquello que le corresponde de lo que no. Que pasa con la madre o padres cuando ve esto en los hijos/as? También son felices, porque ven a sus hijos/as exitosos y abren sus corazones jubilosos hacia sus hijos y la fuerza del amor fluye sin obstáculos.

Muchas veces en los talleres vienen personas que están muy desvinculada de sus padres, están alejadas emocionalmente, aunque conviven juntas, o vivan cerca unas de otras, sin embargo, cuando logran ir hacia sus padres y se rinden ante su grandeza se iluminan, sus rostros se ven felices, liberados y toman consciencia de lo fácil que es la vida en si, que muchas veces la complicamos para mantenernos entretenidos y no permitirnos ver lo que en realidad es importante.

El amor sin condicionamientos, sin juicios hacia nuestros padres nos hace brillar, nos muestran un mundo mucho más simple, porque al ubicarnos en el lugar que nos corresponde nos lleva hacer lo que nos toca en el momento indicado y en ese estado el éxito ya está presente.

El padre también tiene un lugar de importancia en la relación con los hijos, porque hasta el momento me he centrado mucho más en la madre que en el padre o hice solapada referencia a él cuando a padres me he referido y merece en si mismo un lugar también de importancia ya que en algunos casos queda segregado a un segundo plano, porque en la épocas actuales en donde las mujeres por la fortaleza que conlleva el acto de parir, de dar a luz con sufrimiento se suele colocar en un plano superior, por considerarlo un hecho y un derecho, basta escuchar a un grupo de madres hablar sobre sus partos y pareciera ser una competencia de quien ha sufrido más que la otra, de cual es el relato más trágico, doloroso y riesgoso tanto para ella como para su criatura. Sin embargo, cuando los padres se ven imposibilitados de acceder a los hijos o la madre excluye al padre, la primera que siente infelicidad y tristeza es la madre, y lo coloca en palabras cuando manifiesta el deseo de estar en compañía del padre de su prole, porque ese hombre ha sido y a lo mejor sigue siendo amado por ella, por esa razón es que tiene que habilitar a que el padre entre también en la escena familiar, permitir que los hijos vayan hacia el para amarlo y dejarse amar.

Así como la madre representa la vida, el padre representa el mundo, el exterior, ahí donde el niño deberá insertarse e interactuar, ambos padres se complementan ante la mirada de los hijos, y si uno de los padres interfiere a quien debilita no es al otro, sino al hijo que no puede acceder a la otra parte de la cual ha sido cocreado. Este es un tema interesante que merece ser abordado con mucho énfasis en otra oportunidad.

*Mtra en Psicología Sistémica

 

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