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El retorno del Canciller del rock: vuelve a grabar a Riff, presenta su nueva banda y recuerda una vida junto a Pappo

El bajista puso fin a Viticus después de dos décadas y ya se embarca en otra aventura. Cómo era hacer “rock en serio “en dictadura, la química indestructible con el Carpo y el manual de supervivencia de una figura clave de la música pesada en Argentina, que a los 75 años mantiene intacto el placer por hacer lo que le gusta

“¿Vos te acordás cómo sonaba Ruedas de metal de Riff? Bueno, voy a grabar esas canciones de nuevo”. Vitico empieza la entrevista con Teleshow con una pregunta y una respuesta con las que se propone saldar una de las cuentas pendientes del rock argentino. Porque si hay un consenso entre los músicos, la prensa y el público es sobre la pobreza sonora del debut de la banda que integró con Pappo, Michel Peyronell y Boff. Pero también es cierto que el motor de las canciones fue más allá de cualquier inconveniente técnico. La energía arrolladora del vivo hizo su parte y temas como “No detenga su motor”, “Necesitamos más acción” y “Mucho por hacer”, entre otros, se convirtieron en himnos de rebeldía, forjaron un sentido de pertenencia, y se volvieron banderas de un sonido y una estética que se estaba construyendo en tiempo real.

Vitico plantea este objetivo artístico como un renacer, uno más en su dilatada carrera musical. A sus 75 años, disolvió después de dos décadas el proyecto Viticus -que fundó junto a su hijo Nicolás y su sobrino Sebastián- para armar una súper banda de hard rock, con músicos más cercanos en el arco generacional, como los guitarristas Pollo y Demonio Pistarelli, -hermanos de sangre y de música, integrantes de Los Leones-, y Alejandro Soto en batería, con el que se presentará por primera vez en Buenos Aires el 22 de junio en The Roxy Live. “No puedo salir con una gilada para tocar los temas de Riff”, dice el bajista, elogiando a su nueva tropa y manteniendo en alto el legado del cuarteto.

Las canciones cosecha 2024 de Ruedas de metal fueron registradas en en el estudio de La Casa de Cultura y Arte del municipio de Malvinas Argentinas y se publicarán de manera gratuita en las plataformas digitales. El bajista asegura que no hay un fin lucrativo detrás, solo el deseo hacer realidad ese proyecto del que tanto hablaban con Pappo y que nunca lograron cristalizar. Una manera de homenajearlo y homenajearse, y de mantener viva la llama de, como el mismo dice, “hacer rock en serio”. Un retorno a aquel reencuentro a comienzos de los ‘80 en el que se propusieron endurecer una escena que a su juicio estaba demasiado blanda. Y una excusa para hablar del rock de ayer y de hoy, del riesgo de ser contestatario en dictadura y de una pasión por la música que no se detiene.

—¿Por qué es ahora el momento de grabar Ruedas de Metal?

—Es algo que tenía ganas de hacer para toda la gente que le gusta Riff y para quienes nunca pudieron escuchar esas canciones en vivo. Y también para los fans de siempre, porque si hay algo de lo que me convencí en más de 50 años de escenario, es que la gente quiere oír lo que conoce. Su cuerpo se siente mejor y recuerda aquellos momentos que creía que ya no iban a suceder. Y también lo hago para mí, porque es un grupo que llevo en el corazón. Me emociono de solo hablar de eso y me llena de orgullo haber hecho estas versiones, que están a la altura. Y de hacerlo con este proyecto, con el que siento que me estoy haciendo otra vez de abajo.

 

—Recuerdo que cuando armaste Viticus decías algo parecido, esta idea de renacer a pesar de tener un nombre y una trayectoria.

—Es que es la parte que más me divierte, y todos en la banda estamos en la misma proyección. Entonces todo está mucho más unido. En Riff nos hicimos de abajo. En Viticus, la primera vez que tocamos fueron dos personas y un perro. Y sin embargo, seguimos. Y acá ya llevamos como diez shows hechos y realmente suena impresionante.

 

—¿Por qué pusiste fin a Viticus?

—Te lo voy a decir sin vueltas. Hace unos dos años me di cuenta que los jóvenes me miraban como si yo fuera un viejo de mierda y que tenían en mente un futuro sin mí, lo cual es lógico. Y yo puedo ser un viejo de mierda, pero tengo ganas de seguir tocando y seguir haciendo temas nuevos. Soy lo que quise ser, hago lo que me gusta y estoy con las personas indicadas, que quieren lo mismo que yo. Tienen oficio, nos reímos de lo mismo y pensamos igual prácticamente en todo. Estoy más contento que nunca con esta banda.

—Pappo está presente en cada una de esas canciones. ¿Cómo es tu recuerdo de él?

—El mejor, lo recuerdo como un coloso. Nos reencontramos en el ‘80, cuando volví de Inglaterra, y fue lo mejor que nos pasó a los dos. Ya nos conocíamos de antes, pero fue vernos y sentir que nos necesitábamos el uno al otro. Y así entre los dos hicimos la que para mí fue la primera banda de rock. No estoy hablando peyorativamente de las de antes, serían buenas porque a mucha gente le gustaban, pero no era rock. Por eso, cuando salió Riff, la gente no estaba acostumbrada a una banda de rock.

—¿Costó que se acostumbrara?

—Y… con Riff hemos pasado cosas sensacionales, para bien y para mal. Porque algunas veces nos llevaban presos pero otras era glorioso lo que pasaba. Tuvimos unos huevos de enormes para salir a hacer lo que hacíamos en la dictadura, porque, a diferencia de lo que ocurre en otros géneros, en el rock el público te contesta. Si sienten una energía muy bien tocada, te la devuelven y es una alegría total. Y es lo que pretendo hasta el día de hoy: que la gente se vuelva a su casa mejor de lo que vinieron.

 

—¿Y eran conscientes, tanto los músicos como el público, de ese riesgo que se corría?

—Es que eso era algo nuevo, no eran temas suaves como PorSuiGieco u otras bandas de rock nacional. A León (Gieco) lo respeto, pero lo otro no era rock. Acá no estaban acostumbrados ni a la energía ni al groove que salían del escenario. Nosotros salíamos a tocar en serio y luchábamos contra todo. Si tocábamos en San Miguel, la policía acordonaba la estación y no dejaba bajar a la gente del tren, porque querían música suave. Y lo nuestro nunca fue exactamente suave, por eso la gente se bajaba en la otra estación y venía caminando al show.

—¿Y cómo ves el rock hoy? Hay un debate constante entre quienes lo dan por muerto y quienes dicen que está más vivo que nunca.

—El máximo momento de esplendor del rock pasó, pero eso no quiere decir ni que desaparezca, ni que esté muerto, ni nada de eso. El sistema, con las modas y las épocas, va cambiando según le conviene. Antes tenías el rap, ahora tenés el trap y me parece que, si le gusta a mucha gente, algo bueno tiene que tener. Yo soy feliz con que haya mucha gente que le gusta lo que hago.

Mucho por hacer

El bajista plasmó una parte de este anecdotario en su libro Vitico. El Canciller, una autobiografía en la que repasa con su estilo frontal más de medio siglo de música. “Yo nunca en mi vida pensé que iba a escribir un libro”, admite, y recuerda la gestión de su hijo Nicolás, quien lo puso en contacto con Nacho Iraola, de Editorial Planeta. En diálogo con el periodista Fernando García -”los ojos se le salían de las órbitas porque no podía creer las cosas que le contaba”- le dieron forma a un material que define como “divertido”, con un dejo de picardía. Y para lograrlo tuvo que matar a uno de sus héroes. “Me regalaron el libro de Keith Richards, que es el ídolo máximo para mí, y tenía tantos detalles que me aburrió. Entonces quise hacer algo divertido y directo. Igual que mis shows”.

 

—¿Alguien se enojó por lo que contaste?

—¿Quién se va a enojar? El que se enoje conmigo tiene el problema de desenojarse, porque yo no me voy a preocupar. Y si se enoja alguien, que venga y me lo diga en la cara, y ahí arreglamos. Pero yo no ofendo a nadie, nunca garqué a nadie, y los que se metieron conmigo no les fue bien. Me dedico a lo que hago, y trato de ser mejor persona y mejor músico cada día.

—En el libro te hacés cargo con orgullo del apodo de El Canciller. ¿Fue una responsabilidad ser esa persona que está todo el tiempo mediando entre conflictos?

—Es un honor que me digan el Canciller, me encanta. Lo que pasa es que el Carpo era muy divertido (risas). Era un poco más impulsivo y a veces hacía cosas que después yo las arreglaba con un poco de labia, de educación, pero está todo bien. Éramos una dupla que funcionaba perfecto, que solo vi en los Who. Él era más como Keith Moon y yo más como Pete Townsend, pero juntos andábamos perfecto.

—Se potenciaban.

—Totalmente. El encuentro con Pappo fue algo maravilloso. Y te digo que nos resistieron de todas las formas que pudieron, y nosotros seguimos adelante sin joder a nadie. Estábamos en dictadura, la gente estaba muy reprimida y lo nuestro fue una válvula de escape. Porque cuando tocás rock en serio, perturbás a la gente, en el buen sentido de la palabra. Me gustó mucho lo del libro, y poder contar con humor hoy lo que fue espeluznante hace muchos años, quiere decir que lo superaste. A mí me dieron picana eléctrica, y en el momento era espantoso, pero después me di cuenta que me habían hecho un favor. Lo superé y soy lo que siempre quise ser. Vivo solo, pero tengo una familia divina, tengo cuatro hijos, estoy orgulloso de todos. Y hago lo que me gusta.

 

—¿Hablando de tus hijos, ¿qué te provoca ver a Nicolás girando por el mundo con The Black Crowes?

—Como que termina algo que yo empecé a hacer y no pude. Porque yo me volví de Inglaterra porque la madre de Nicolás estaba embarazada de Anita, la hermana mayor y por supuesto tuve que volver para hacerme cargo. Pero de todas maneras, admiro que él hizo el esfuerzo y es increíble que esté tocando con una de sus bandas favoritas. Tiene la paciencia y la sabiduría de hacer esas cosas que yo no hubiera podido hacer, por eso pasé de estar orgulloso a admirarlo.

—¿Hay proyectos para grabar nuevo material con Los Leones?

—Tenemos tres temas nuevos, pero primero había que pasar por esto, y por la fecha del Roxy para después ahí sí encarar lo nuevo. Para llegar a un nivel de calidad hay que laburar mucho, y estamos en eso. Creeme que hago esto con la misma emoción que lo vengo haciendo hace tantos años.

—¿No te pesa el paso del tiempo?

—La edad está en tu cabeza. Yo sigo teniendo las mismas ganas de tocar y las mismas ganas de enamorarme, para decirlo de una manera muy fina, que tenía a los 30 años. Ahora lo hago mejor. Sí, soy consciente de que tengo que tener algunos límites desde lo físico, pero me siento igual que siempre.

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