Córdoba: Guías riojanos exploraron la Estancia Jesuítica La Candelaria



En un esfuerzo por fortalecer la calidad de sus servicios y profundizar conocimientos sobre el patrimonio jesuítico, los guías del Parque Natural y Arqueológico El Saladillo, participaron en una enriquecedora visita a la Estancia Jesuítica La Candelaria, Córdoba.
La misma fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sirvió como un valioso punto de referencia para analizar las similitudes y diferencias entre ambas estancias. Durante la visita, los guías exploraron diversos aspectos, incluyendo las estrategias de atención al público, la preservación del legado cultural, las metodologías de conservación patrimonial y los requerimientos de visitación necesarios para garantizar la sustentabilidad a largo plazo.
Esta experiencia se considera altamente provechosa, ya que permitió a los guías aprender de la vasta experiencia de las Estancias Jesuíticas de Córdoba en la gestión y conservación de este invaluable patrimonio histórico y cultural. Esta visita sin dudas contribuirá a enriquecer la experiencia de los visitantes, ofreciendo un servicio de guía aún más informado y profesional.
Sobre la Estancia
La Candelaria es la más extensa de las estancias jesuíticas y está ubicada en las Sierras Grandes, al noroeste de la capital cordobesa, en el departamento Cruz del Eje. Su nombre es un homenaje a la Virgen de las Candelas.
La antigua merced de tierras que en un principio perteneció al capitán García de Vera y Mujica fue donada por sus descendientes, en 1673, a la Compañía de Jesús con el objetivo de contribuir al sostenimiento del Colegio Máximo de Córdoba. Los religiosos transformaron rápidamente el lugar en un foco de producción agropecuaria y adquirieron tierras lindantes hasta constituir una propiedad de 300 mil hectáreas.
En aquellos tiempos, los jesuitas no sólo debieron afrontar el rigor del clima y la geografía, sino también la presencia de los pueblos originarios que resistían la colonización. Es por eso que, arquitectónicamente, la construcción combina elementos de una residencia con un fortín.
Los esclavos negros proveyeron la mano de obra para erigir el lugar y todavía se pueden encontrar las ruinas de sus ranchos, cerca de los corrales, molinos y acequias y algo más distantes de la residencia de los sacerdotes y la capilla destinada al culto religioso.
Después de la expulsión de los jesuitas, la Junta de Temporalidades ordenó su fraccionamiento. En 1941, la Estancia fue declarada Monumento Histórico Nacional y el gobierno provincial la adquirió en 1982.
El conjunto arquitectónico posee en general un aspecto cerrado, organizado en torno a un patio central rectangular, uno de cuyos lados es la capilla; se accede al mismo por un portón lateral ubicado sobre el atrio. La capilla se destaca por su altura y fachada encalada; posee una planta rectangular y un retablo de mampostería. Dos sacristías se ubican a su costado. La fachada se compone de una puerta central contenida en un arco rehundido, coronado por un frontis triangular. En él se apoya una elegante espadaña de tres aberturas dispuestas en dos niveles que contienen las campanas. Un perfil de líneas curvas define la composición y da identidad al lugar. Los muros son de piedra, y las cubiertas se realizan con tirantes de maderas de algarrobo, cañas atadas con tientos de cuero crudos, tejuelas y tejas españolas.
Sobre El Saladillo
Una impactante reserva natural que contiene un valioso patrimonio histórico, turístico y arqueológico donde se asienta la Estancia la Saladilla. Abarca los períodos prehispánicos y colonial con vestigios de sectores de cultivos, morteros, canales y cimiento de viviendas de pueblos originarios, como así también las ruinas de la casona, fundada en 1635 por la orden Jesuita donde se fabricaban tejas en imponente hornos.
El Parque Natural y Arqueológico El Saladillo se encuentra a 11 kilómetros del centro de la ciudad de La Rioja, por continuación de avenida Ramírez de Velasco hacia el noroeste, camino a Juan Caro.
Uno de los aspectos documentados en este lugar, es la presencia de los pueblos originarios con familias ampliadas que ocupaban espacios separadas por unos 200 metros y que se dedicaban a la caza y a la recolección. La casa impactó mucho en la población por la forma que tiene, luego viene el terremoto 1894 y la reconstrucción de La Rioja se hace en base a este estilo.
Además, en esta zona se instalaron los Jesuitas, que en su tarea evangelizadora, educadora y productiva, construyeron una estancia que se dedicaba a la fabricación de cal, tinajas y tejas.
Posteriormente, la familia Luna Olmos construyó una casona que se hizo sobre las ruinas de la estancia. En esa casona fue a vivir un ingeniero francés junto a su hija, que murió en El Saladillo enferma de tuberculosis.
Si bien el ingeniero llegó a La Rioja para investigar la factibilidad de unir Catamarca y La Rioja a través del ferrocarril y trabajar en la explotación de la cal, la presencia de esta familia dejó una intrigante leyenda, ya que los pobladores de la zona todavía escuchan las dulces canciones en idioma extranjero que cantaba la joven que murió en este sitio.
Entre los inmensos valores histórico de este lugar, se encuentran las visitas que el ilustre Joaquín V. González realizaba al Saladillo, por ser una propiedad de la familia de su esposa.