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Catedral de La Rioja: Entronización de Mama Antula y Mural de Francisco

El paso agitado por una de las peatonales que costea la catedral se vuelve remanso ante el rostro apacible del Papa Francisco, plasmado en un mural.

En la tarde del viernes 23 de mayo de 2025 se bendijo en una de las paredes externas de la Catedral de La Rioja un mural que hace homenaje al Papa Francisco. Seguidamente se celebró una misa presidida por Monseñor Braida en donde se entronizaron la imagen y las reliquias de Santa Mama Antula.

El paso agitado por una de las peatonales que costea la catedral se vuelve remanso ante el rostro apacible del Papa Francisco, plasmado en un mural. Los fieles se detienen expectantes, mientras el artista explica que, cuando supo del fallecimiento de Francisco, quiso hacerle un homenaje e inmediatamente se puso en marcha.

 

La pared que antes alojaba el rostro de los cuatro mártires riojanos ahora muestra, en un plano nadir, la nave principal de la Catedral Basílica San Nicolás de Bari. Sobre ese fondo, el Papa Francisco saluda a la sociedad riojana, evocando aquel primer gesto desde el balcón del Vaticano, cuando Jorge Bergoglio dio paso al inmortal Francisco, “el papa de todos”.

Hacia la izquierda del mural, Francisco, revestido con una casulla roja, se pone “en salida”. Facundo Palacios, el artista, cuenta que de esa manera quiso expresar la invitación a la sinodalidad: “Él siempre decía que quería una Iglesia en salida, por eso lo pinté saliendo de la catedral, un lugar que él visitó en varias oportunidades”.

 

En su obra, la dimensión fraterna y misionera de Francisco se complementa también con una dimensión contemplativa. Nos encontramos con su mirada: una mirada profunda y transparente que invita a una acción especular, es decir, a mirarse en ella.

Frente al mural están presentes el obispo, el párroco de la catedral, el capellán de Gendarmería Nacional y la vicegobernadora . Todos intervinieron, de una u otra manera, para que el mural pudiera realizarse.

 

Monseñor Braida observa atentamente la pintura y, antes de la bendición, comparte con los presentes su impresión: “Cuando estamos ante una obra o una pintura, nos invita a aquietar el corazón y ver qué nos pasa con eso que estamos mirando, a dejarnos interpelar”, dice, reforzando las tres dimensiones de la obra, que son a su vez las tres dimensiones de su caminar pastoral.

Mientras monseñor bendice la pintura —que será una invitación misionera para quienes transiten por la calle Buenos Aires—, la imagen de Mama Antula es testigo también de aquello en lo que gastó su vida: la misión.

 

La imagen de María Antonia de Paz y Figueroa, más conocida como Mama Antula, está escoltada por María Cristina Fernández y su hija, una familia misionera que lleva sus reliquias e historia por cada rincón de la Argentina. La cargan en andas y, acompañadas por la cofradía de Allis de Jesús Niño Alcalde, los promesantes de San Nicolás y Gendarmería Nacional, se dirigen al atrio de la catedral e ingresan en procesión, a puro color y alegría.

Las precede un grupo de decenas de confirmandos en formación, el comandante general de Gendarmería Nacional —quien lleva las reliquias de la santa—, monaguillos, sacerdotes y finalmente el pastor de nuestra tierra: monseñor Braida.

 

La imagen de Mama Antula reposa en el presbiterio, escoltada por dos hombres cuya vestimenta evoca a los granaderos de la División de Pardos, mientras que sus reliquias aguardan en el altar. La catedral está colmada de fieles que llegaron a dar la bienvenida a la santa. El Evangelio los invita a amarse unos a otros “como yo los he amado”, y a recordar: “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo quien los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero” (Jn 15, 12-17).

A partir de la Palabra de Dios, monseñor destaca en su homilía: “Dios tiene una vocación para cada uno de nosotros. Un llamado particular para colaborar en su proyecto y vivir en plenitud”.

 

Subraya que Mama Antula se dejó impregnar por el amor de Dios y, “herida por ese amor, se dio cuenta de que debía transmitirlo”. Encontró su vocación en el caminar misionero, llevando los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola a distintas provincias de la Argentina en medio de la adversidad, incluso cuando la Compañía de Jesús había sido retirada de América, en un contexto de profunda crisis social. A pesar de todo, siguió caminando, porque entendía que a través de los Ejercicios las personas podían encontrarse con Dios, revisarse profundamente e impulsar su vida al servicio de Dios y del bien común.

Monseñor también recordó ese carisma ignaciano impregnado en Francisco: “El Papa Francisco también fue un jesuita herido por el amor de Dios, que sirvió a Dios y a la Iglesia hasta el final de sus días”, dijo emocionado.

 

Los signos de la entronización de Mama Antula y la inauguración del mural de Francisco emanan el mismo perfume que desprendieron con su vida entregada: la conjunción de fe, esperanza y misión. Un sendero que también nos invita a caminar nuestro obispo, “hacia una Iglesia orante, fraterna y misionera”.

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