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Atrapados en el ayer: Cómo manejar la culpa y vivir en la libertad en Cristo

Según la definición que da Google, la culpa es: un sentimiento o emoción que surge cuando una persona cree que ha cometido una falta o ha actuado de manera incorrecta, ya sea por acción u omisión, violando sus propias normas morales o éticas. Puede estar asociada con la sensación de responsabilidad por un daño causado a otros o a uno mismo.

¿Sentís culpa frecuentemente? ¿Eres una persona culposa? Personalmente, no creo que la culpa siempre esté mal. A veces sentirnos, así nos hace dar cuenta de que hicimos algo mal, de que tenemos que pedir disculpas o de que debemos modificar algún error o conducta. Creo que, en ocasiones, la culpa es necesaria, ya que debemos ser conscientes cuando hacemos cosas mal.

Pero también es cierto que la culpa puede paralizarnos, hacernos sentir mal más de la cuenta y puede terminar de «hundirnos». Ese sentimiento de culpa atado al pasado, un error o un pecado nos puede hace caer y recaer, y no nos deja avanzar.

Te cuento algo muy importante para que tengas en cuenta: Dios dice en Su Palabra que Él nos perdona de todos nuestros pecados si nos arrepentimos; y no solo eso, sino que se olvida de ellos, los tira al fondo del mar (creo que nadie conoce qué tan profundo es el mar como Él). Los deja allí en el fondo, y no los trae a la memoria cada vez que nos equivocamos, los olvida.

Lo mejor de todo es que Él murió por todos nuestros errores. Ya está pagado el precio de nuestros pecados, ¿qué sentido tendría volver a recordarlos todo el tiempo?

La mala noticia es que hay otra persona que le encanta manipularnos con eso, que siempre que puede nos envía una notificación a la cabeza o al corazón y nos recuerda todo lo que hicimos mal. La culpa es una herramienta que utiliza el enemigo para hacernos retroceder, desanimarnos, destruir nuestra autoestima y nuestro propósito en Dios.

No dejes que la culpa te haga perder de vista lo importante. Sí, todos cometemos errores. Sí, todos tenemos cosas por las que nos sentimos mal y nos gustaría no recordarlas nunca más. Aprende de eso y seguí. Resignifícalo. No dejes que la culpa te haga dejar de avanzar. Dios cambió la culpa por propósito. Que eso que tanto te hace mal (error, pecado o debilidad) se conviertan en testimonio para otros hermanos y que puedas dar ejemplo de cómo Dios te sacó de ahí.

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