La UCA reveló el impacto creciente del estrés financiero en diferentes clases sociales

En tiempos de inflación y crisis económica, la expresión “no llego a fin de mes” se convierte en un común denominador. Esta percepción subjetiva puede calcularse en términos de estrés financiero, que evidencia cuando los ingresos familiares no alcanzan para cubrir los gastos básicos ni posibilitan el ahorro.
El psicólogo Emanuel Guaraglia habló sobre cómo afecta a las persona no llegar a fin de mes, no poder ahorrar y que la plata no alcance genera «estrés financiero» en muchos hogares de argentina.
Este fenómeno, que cada vez incide más en los hogares que no son pobres, representa una discrepancia entre las expectativas y el consumo efectivo, dando lugar a la sensación de que el dinero “no basta”.
Esto se desprende del estudio “Estrés económico y movilidad social en la Argentina urbana (2010-2024)”, elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA). El informe será presentado el jueves a las 18 en el programa streaming, Hagamos Lío (UCAarg – YouTube).
Metodología del estudio
El estudio se sustenta en los datos recogidos por la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA) desarrollada por ODSA-UCA.
Basándose en la investigación de Clarín, el estrés financiero es una realidad que atraviesa todos los niveles sociales, pero con diferentes impactos. Entre 2022 y 2024, se observa un agravamiento en los niveles medios y medios altos, y entre los no pobres de acuerdo a sus ingresos.
A mediano y largo plazo, se advierte un significativo crecimiento del déficit, comprendido entre el 38.9% y el 50%, con picos notables en 2014 y 2016, y un aumento entre 2017 y 2019. Además, entre 2022 y 2023, en hogares no pobres se percibió un incremento en la insuficiencia de ingresos.
Evolución por estratos sociales
¿Cómo evolucionó el estrés económico según los distintos niveles socioeconómicos entre 2022 y 2024? En el grupo de muy bajos ingresos, un 35.8% presenta una carencia crónica de ingresos. Mientras más alto es el nivel social, el índice disminuye: apenas un 2.5% en el nivel medio alto presenta esta carencia.
Por el contrario, en el sector medio alto, el 57.5% nunca declaró haber sentido estrés económico, aunque este porcentaje se reduce en los estratos socioeconómicos más bajos. En el nivel muy bajo, solo un 8.3% afirmó que sus ingresos eran suficientes para cubrir las necesidades básicas.
Transformación de sectores tradicionales
El análisis de los datos revela que durante el período evaluado, los sectores medios bajos se vieron especialmente impactados, con un crecimiento en la proporción de hogares experimentando estrés económico.
Este fenómeno refleja un desplazamiento generalizado de las barreras del estrés financiero, que ya no se limita a los grupos tradicionalmente vulnerables. En contraste, los sectores más desfavorecidos presentan una baja variabilidad, posiblemente ligada a su adaptación a la privación,” explica a Clarín Julieta Vera, coautora del estudio.
En los niveles socioeconómicos más bajos, los porcentajes ascienden a casi un 80% en los momentos más críticos.
Factores que inciden en el estrés económico
Por otro lado, entre 2011 y 2013, el estrés financiero aumentó del 35% al 41%, mientras que los niveles de indigencia y pobreza por ingresos permanecieron relativamente estables. En 2015, aunque el estrés económico decreció, los otros dos índices no siguieron la misma tendencia.
Entre 2017 y 2019, todos los indicadores se incrementaron; sin embargo, el aumento de la pobreza por ingresos fue más acentuado que el del estrés económico. En 2019 y 2020, la divergencia se hizo evidente: la pobreza por ingresos subió del 31% al 35%, mientras que el estrés económico cayó del 50% al 46%.
“Esto podría estar relacionado con un complicado contexto de crisis económica y sanitaria, y el aislamiento social”, señala el informe en referencia a las medidas adoptadas durante la pandemia de Covid-19.
Tras la pandemia, la tendencia mostró una recuperación parcial y disminución en los déficits. No obstante, a partir de 2022, las cifras volvieron a ascender, mostrando desde entonces hasta 2024 evoluciones similares en la tasa de pobreza monetaria y el estrés financiero.
Durante el periodo analizado, el estrés económico superó en todo momento a la pobreza por ingresos, con diferencias que oscilaron entre 10 y 20 puntos porcentuales.
“Este dato sugiere que el estrés financiero es más una condición objetiva percibida desde la perspectiva de los propios sujetos, que un tema relacionado con el bienestar subjetivo,” declara Agustín Salvia, coordinador de la investigación.
*Con información de Nuestras Voces